“¿Y si esta vez sí que me pasa algo?” — Hipocondría, miedo al cuerpo y la búsqueda desesperada de certezas
“¿Y si esta vez sí que me pasa algo?” - Hipocondría, miedo al cuerpo y la búsqueda desesperada de certezas
Te levantas con una molestia en el pecho. Repasas mentalmente lo que comiste, escuchas tu respiración con atención, palpas la zona intentando detectar algo extraño.
Recuerdas que hace pocas semanas te hiciste una analítica, un escáner, varias pruebas. Todo salió bien. Te lo dijeron claramente: “estás sano”.
Sin embargo, el pensamiento vuelve con fuerza:
“¿Y si esta vez no lo ven? ¿Y si ahora sí hay algo y nadie lo detecta?”
No es solo una idea. Es una sensación que se instala en el cuerpo y coloniza la vida cotidiana: la duda constante, la vigilancia, la búsqueda de alguna señal que confirme que algo grave está ocurriendo.
Cuando la sombra del miedo ocupa más lugar que el cuerpo real.
Cuando el cuerpo habla porque la mente no encuentra palabras
La hipocondría no se reduce a “imaginar enfermedades”. Es una vivencia real de amenaza física. La persona no finge ni exagera: siente de verdad que algo está fallando en su organismo.
En estos casos, el cuerpo se convierte en escenario del conflicto psicológico. No se trata de un engaño ni de una invención consciente, sino de una dificultad profunda para representar el malestar en forma de pensamiento o emoción. Entonces, el cuerpo aparece como el lugar donde ese malestar toma forma.
Un cuerpo que sustituye al lenguaje
En los primeros meses de vida, el bebé es un ser profundamente psicosomático. No puede decir “me siento solo” o “algo me angustia”; solo puede llorar o enfermar.
Con el tiempo, al desarrollarse la capacidad de simbolizar, aprendemos a nombrar lo que sentimos, y el cuerpo ya no es el único canal para expresar el sufrimiento.
En la hipocondría, algo de este proceso queda interrumpido: el pensamiento queda fijado a lo concreto, y las sensaciones corporales se convierten en la principal vía de expresión del malestar psíquico. La mente no logra traducir esa angustia en palabras, y el cuerpo toma la palabra.
El ciclo de la búsqueda: prueba médica, alivio breve y regreso del miedo
Muchas personas que viven este proceso relatan una experiencia que se repite casi con precisión clínica:
- Aparece una sensación física
- Se activa el pensamiento catastrófico: “esto es grave”
- Comienza la búsqueda de pruebas: exploración del cuerpo, internet, médicos, urgencias
- Las pruebas descartan la enfermedad
- Alivio efímero… hasta que surge una nueva sensación o la misma, reinterpretada desde el miedo
Este ciclo no se detiene con evidencia médica. No basta con demostrar que el cuerpo está sano, porque el problema no es la enfermedad, sino la creencia.
Creencia no es lo mismo que realidad
Las pruebas objetivas dicen: “no hay lesión, no hay enfermedad grave”.
Pero la vivencia interna dice: “algo no está bien, lo noto, lo siento”.
En estos casos, la hipocondría puede entenderse como una creencia rígida y resistente, que organiza la vida cotidiana: limitación de actividades, consultas constantes, dificultades en los vínculos, desánimo, preocupación, incluso síntomas depresivos secundarios.
Vivir bajo la lógica hipocondríaca es vivir como si se estuviera gravemente enfermo, aunque el cuerpo esté sano.
Lo que está en juego en el espacio terapéutico
El trabajo psicológico no consiste en convencer al paciente de que “no le pasa nada”, ni en minimizar su sufrimiento. Al contrario: se trata de habilitar un espacio mental donde esa creencia pueda ser pensada, no vivida como una certeza incuestionable.
A veces, cuando la realidad médica se impone —con el paso del tiempo y la ausencia de deterioro físico— aparece una pequeña fisura en la convicción. Es en ese momento cuando puede emerger una pregunta distinta:
“¿Y si lo que me asusta no es una enfermedad del cuerpo, sino algo que no sé nombrar?”
Cuando la enfermedad imaginada pierde lugar
Curiosamente, cuando la creencia hipocondríaca empieza a debilitarse, no aparece inmediatamente la calma. Suele aparecer primero un vacío, una especie de duelo silencioso: el cuerpo deja de ocupar el centro de la escena y emerge algo mucho más íntimo, algo que estaba oculto bajo la preocupación constante por la enfermedad.
Ese momento puede ser desconcertante, pero también abre la posibilidad de pensar el malestar en términos más humanos y menos biológicos.
Una forma de sufrimiento que merece ser pensada, no ridiculizada
La hipocondría no es una exageración ni un capricho. Es una manera de expresar algo para lo cual, en ese momento, no hay otras palabras disponibles.
Y por eso requiere un abordaje respetuoso, que no niegue la realidad vivida, pero que permita transformar la creencia en pensamiento, y la angustia en algo que pueda ser nombrado.
